Así lo reveló Carlos Aranda, exdetenido político, quién junto a su hermano Julio fueron quienes abrieron la ronda de testimonios en el juicio oral y público por crímenes de Lesa Humanidad cometidos en la exBrigada de Investigaciones de Resistencia. Cuarto intermedio hasta el jueves 1 de diciembre.
Los acusados, mientras sus víctimas relataban el calvario padecido
A sala llena, este jueves comenzó la etapa de testimoniales en el día 13 de la causa Caballero II, por crímenes de lesa humanidad en la ex Brigada de Investigaciones durante la última dictadura cívico militar. En la audiencia de la fecha declararon los hermanos Carlos y Julio Aranda, dos ex detenidos políticos que ya participaron en juicios anteriores y con una destacada militancia en pos de la Memoria histórica y el reclamo de Justicia que brindaron cada un crudo relato de sus respectivas detenciones y cautiverio clandestino en los sótanos y calabozos de la Brigada de Investigaciones y también de la Jefatura de la Policía del Chaco. Como ya es moneda corriente en el juicio, la audiencia comenzó con un retraso de una hora según el horario estipulado con anterioridad (9 h.), y en razón de lo sustancioso de los testimonios, se extendió hasta pasadas las 14 h. La causa pasó a cuarto intermedio hasta el jueves 1° de diciembre, oportunidad en la que es probable que los imputados Gabino Manader y Luis Alberto Patetta presten declaración indagatoria. Luego continuará los días 16 y 22 de diciembre, y el 3, 9 y 10 de febrero. En este proceso figuran como imputados 12 represores del terrorismo de Estado, diez ex policías y dos militares retirados, por la imputación de tormento psíquico y físico agravado por la condición de detenido político de la víctima, privación ilegítima de la libertad, desaparición forzada de personas, y un caso de violación tomado como crimen de lesa humanidad.
Sobrevivientes
Con un relato conciso y prolijo, primero Julio y luego Carlos, los hermanos Aranda, contaron cómo fue su detención, y las torturas padecidas por ellos y otros detenidos, y lograron identificar a varios de los imputados: Luis Alberto Patetta, Gabino Manader, José Rodríguez Valiente, Ramón Meza, y Héctor Marín (alias cabo Sotelo, el “acordeonista”). Tenían 20 y 21 años cuando fueron detenidos el 3 de noviembre de 1976 a las 3 de la mañana, en su casa familiar en la ciudad de Corrientes, por un grupo de militares y policías, todos de civil, que irrumpieron “a las patadas, con un arsenal, liderados por Luis Alberto Patetta”. Julio, el menor, se despertó “con un arma en la frente y mi hermano que era tomado de los pelos”. Fueron trasladados a la Jefatura de la Policía del Chaco, donde Julio estuvo por varias horas en un rincón; cada tanto le pegaban o gatillaban y lo obligaban a permanecer de pie. Carlos no la llevó mejor; lo ataron a los flejes de una cama metálica y le aplicaron picana eléctrica con saña. Allí fue puesto frente a los detenidos Raúl María Cairé y Reynald Zapata Soñez, para forzar un reconocimiento, pero ninguno cedió. También vió a Carlos Tereszecuk, muy castigado por la tortura, a quien le ordenaron que se bañara dado el estado casi terminal en el que lo dejaron los golpes y ultrajes recibidos. A ninguno de los hermanos les fue informado el motivo de la detención, y ambos estuvieron desaparecidos, porque pese a que sus familiares los buscaron por Corrientes y Resistencia, las autoridades les negaron cualquier información sobre su paradero.
Brigada de Investigaciones Los acusados, mientras sus víctimas relataban el calvario padecido
A sala llena, este jueves comenzó la etapa de testimoniales en el día 13 de la causa Caballero II, por crímenes de lesa humanidad en la ex Brigada de Investigaciones durante la última dictadura cívico militar. En la audiencia de la fecha declararon los hermanos Carlos y Julio Aranda, dos ex detenidos políticos que ya participaron en juicios anteriores y con una destacada militancia en pos de la Memoria histórica y el reclamo de Justicia que brindaron cada un crudo relato de sus respectivas detenciones y cautiverio clandestino en los sótanos y calabozos de la Brigada de Investigaciones y también de la Jefatura de la Policía del Chaco. Como ya es moneda corriente en el juicio, la audiencia comenzó con un retraso de una hora según el horario estipulado con anterioridad (9 h.), y en razón de lo sustancioso de los testimonios, se extendió hasta pasadas las 14 h. La causa pasó a cuarto intermedio hasta el jueves 1° de diciembre, oportunidad en la que es probable que los imputados Gabino Manader y Luis Alberto Patetta presten declaración indagatoria. Luego continuará los días 16 y 22 de diciembre, y el 3, 9 y 10 de febrero. En este proceso figuran como imputados 12 represores del terrorismo de Estado, diez ex policías y dos militares retirados, por la imputación de tormento psíquico y físico agravado por la condición de detenido político de la víctima, privación ilegítima de la libertad, desaparición forzada de personas, y un caso de violación tomado como crimen de lesa humanidad.
Sobrevivientes
Con un relato conciso y prolijo, primero Julio y luego Carlos, los hermanos Aranda, contaron cómo fue su detención, y las torturas padecidas por ellos y otros detenidos, y lograron identificar a varios de los imputados: Luis Alberto Patetta, Gabino Manader, José Rodríguez Valiente, Ramón Meza, y Héctor Marín (alias cabo Sotelo, el “acordeonista”). Tenían 20 y 21 años cuando fueron detenidos el 3 de noviembre de 1976 a las 3 de la mañana, en su casa familiar en la ciudad de Corrientes, por un grupo de militares y policías, todos de civil, que irrumpieron “a las patadas, con un arsenal, liderados por Luis Alberto Patetta”. Julio, el menor, se despertó “con un arma en la frente y mi hermano que era tomado de los pelos”. Fueron trasladados a la Jefatura de la Policía del Chaco, donde Julio estuvo por varias horas en un rincón; cada tanto le pegaban o gatillaban y lo obligaban a permanecer de pie. Carlos no la llevó mejor; lo ataron a los flejes de una cama metálica y le aplicaron picana eléctrica con saña. Allí fue puesto frente a los detenidos Raúl María Cairé y Reynald Zapata Soñez, para forzar un reconocimiento, pero ninguno cedió. También vió a Carlos Tereszecuk, muy castigado por la tortura, a quien le ordenaron que se bañara dado el estado casi terminal en el que lo dejaron los golpes y ultrajes recibidos. A ninguno de los hermanos les fue informado el motivo de la detención, y ambos estuvieron desaparecidos, porque pese a que sus familiares los buscaron por Corrientes y Resistencia, las autoridades les negaron cualquier información sobre su paradero.
Poco después de su arribo a la Jefatura los hermanos fueron trasladados a la Brigada de Investigaciones, por separado. En uno de los calabozos del edificio se produjo el reencuentro de los hermanos, junto con una decena de otros detenidos políticos. Julio relató las torturas padecidas por él mismo – picana, golpes, hacinamiento, etc etc - y las sufridas allí por mismo y también por otros detenidos y detenidas; Roberto Grecca, Lucho Díaz, Carlos Tereszcecuk, Víctor Giménez “estuvo varios días colgado de unos ganchos, le pegaban en la espalda con unos alambres envueltos en papel”. “Cuando empezaba a sonar el acordeón, sabíamos que se venía la tortura” recordó. Contó que haber practicado taekwondo lo ayudó a soportar mejor los castigos, al saber cómo preparar el cuerpo ante la inminencia de un golpe: “Patetta sabía pegar, tocaba el estomago y veía cuando uno se ablandaba, y ahí metía el golpe… veíamos estrellitas”. No presenció violaciones, pero las escuchó, “recuerdo las burlas, las degradaciones a las detenidas. Resaltó la valentía de Gladys Borrini, embarazada de 7 meses, detenida en la Brigada; “no la tocaban porque era la hija del jefe de Policía de Formosa; ella les gritaba asesinos, torturadores, violadores”. A Carlos le tomaron declaración Rodríguez Valiente y Silva Longhi y le dijeron que firmara una nota en la que reconocía su pertenencía a la organización Montoneros. “Me negué, y ellos insistieron, y como yo no firmaba me llevaron a una pieza contigua y me dieron una fenomenal paliza, luego me dejaron en un sótano, para ablandarme, y al tiempo me llevaron nuevamente a firmar”. De su paso por la Brigada destacó “el trato inhumano y cruel, para la destrucción del individuo” y que “torturaban de modo tal que no se provocara la muerte de la víctima”, para lo cual tenían el asesoramiento del médico Héctor Grillo.
Patetta, el verdugo
Finalmente, Julio fue liberado un once de noviembre por la noche, con lo puesto, luego de estar casi un mes sin bañarse y desaparecido para su familia. Antes de “soltarlo” el jefe del Área Militar 233, coronel Jorge Larrateguy le advirtió que tendría un régimen de libertad vigilada y algo peor: “A tu hermano lo vamos a hacer boleta” le dijo. Lo primero lo cumplió: durante un año y medio el menor de los Aranda recibió las visitas periódicas de Patetta en el estudio de arquitectura que compartía con su hermano Carlos, en las que el militar lo amedrentaba, y buscaba bajarle el ánimo; “llegaba y dejaba un revolver sobre el tablero de dibujo, se sentaba en un sofá, y me decía “no vayas a visitar a tu hermano, lo tienen en los “chanchos” (celda de castigo en la U7), lo que podía ser cierto o no , era un hostigamiento constante por parte de él”. A Carlos la libertad le llegaría mucho después, en el 83. Su estadía en la Brigada, el objeto procesal del presente juicio, terminaría en los primeros días de diciembre, cuando junto con una veintena de detenidos fueron trasladados a la Alcaidía. Finalizó su testimonio con palabras de homenaje a Mario Bosch; “por su hombría de bien, y su desempeño en estos juicios, en los que tuvo un papel fundamental para que se haga justicia”.
Mario Bosch, presente
Familiares, amigos y compañeros de militancia presenciaron el inicio de las testimoniales, con corbatas con el símbolo del Juicio y Castigo y las siluetas de la Masacre de Margarita Belén, como las que utilizaba Mario Bosch, a modo de homenaje para con el abogado de DDHH y querellante histórico en la causas de lesa humanidad en la región fallecido el 6 de noviembre. El abogado Manuel Brest, de la Secretaría de DDHH de la Nación en Corrientes, tomó el lugar en la querella que llevaba adelante Bosch. Ni bien inició la audiencia el presidente del tribunal Eduardo Belforte dejó a criterio de “los abogados defensores y de los imputados” el pedido realización de un minuto de silencio en homenaje al abogado Mario Bosch.
El magistrado manifestó que así lo dispuso en orden que no se viera afectado el principio de imparcialidad en el proceso. En representación del grupo de ex policías y militares encartados, tomó la palabra José Rodríguez Valiente, quien declinó la posibilidad del homenaje: “Creo que no es el ámbito adecuado un homenaje a una de las partes” adujo. El fiscal Diego Vigay solicitó decir unas palabras alusivas, pero los jueces, intransigentes, “mantuvieron el criterio”. La postura de los magistrados del TOF se apartó de lo resuelto por el tribunal federal de Formosa, del juicio Domatto, también por crímenes de lesa humanidad y en el que Mario Bosch llevaba adelante una querella. Allí se permitió un sencillo homenaje y luego el debate prosiguió sin mayores contratiempos.
Fuente: Prensa Comisión Provincial de la Memoria